Cristo
nos amó y se entregó por nosotros Como ofrenda y sacrificio fragante para Dios.
Efesios 5:2
Cristo
amó a la iglesia y se entregó por ella.
Efesios 5:25
[Él]
me amó y dio su vida por mí.
Gálatas 2:20
La muerte de Cristo no solo es la
demostración del amor de Dios (Juan 3:16), sino también la suprema expresión
del propio amor de Cristo por todos los que lo reciban ese amor como un tesoro.
Los primeros testigos que sufrieron mucho por ser cristianos fueron cautivados
por esta razón: Cristo «me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2:20).
Tomaron el acto de la propia entrega del sacrificio de Cristo muy
personalmente. Dijeron: «Él me amó a mí. Él se dio a sí mismo por mi».
Seguramente éste es el modo en que debemos
entender el sufrimiento y la muerte de Cristo. Ambas tienen que ver conmigo. Se
tratan del amor de Cristo por mí personalmente. Es mi pecado lo que me separó
de Dios, no el pecado en general. Es mi dureza de corazón y entumecimiento
espiritual lo que degrada la dignidad de Cristo. Estoy perdido y pereciendo.
Cuando se trata de salvación, he perdido todo alegato de justicia. Todo lo que
puedo hacer es suplicar misericordia.
Entonces veo a Cristo sufriendo y muriendo.
¿Por quién? Dice que «Cristo amó la iglesia y se entregó por ella» (Efesios
5:25). «Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan
15:13). «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su
vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28).
Y me pregunto: ¿Estoy yo entre los «muchos»?
¿Puedo yo ser uno de sus «amigos»? ¿Puedo yo pertenecer a la «iglesia»? Y oigo
la respuesta: «Cree en el Señor Jesús, y serás salvo» (Hechos 16:31). «Todo
aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Romanos 10:13). «Todos los
que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre» (Hechos 10:43).
«Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios» (Juan 1:12). «Todo aquel que en él cree
no se pierd[e], mas [tiene] vida eterna» (Juan 3:16).
Mi corazón queda persuadido, y abrazo la
belleza y la generosidad de Cristo como mi tesoro. Y fluye dentro de mi corazón
esta gran realidad: el amor de Cristo por mí. De modo que digo con
Aquellos primeros testigos: «Él me amó y se
entregó a sí mismo por mí».
Fuente: La Pasión de Jesucristo (John Piper)
Encuentra el mensaje Anterior en el siguiente enlace: Para Mostrar la Riqueza del Amor y la Gracia de Dios por los Pecadores
PUBLICADO POR: FRANCISCO PORTILLO
Soy una persona dependiente de la gracia y la fortaleza de Dios desde que reconocí que sin él no soy absolutamente nada, Jesús se ha convertido en mi caminar y en el centro de toda mi existencia, todo se lo debo a él.Si has encontrado útil este artículo puedes compartirlo desde tu blog, página Web o foro.
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