sábado, 15 de marzo de 2014

Cristo nos amó y se entregó por nosotros Como ofrenda y sacrificio fragante para Dios.
Efesios 5:2

Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella.
Efesios 5:25

[Él] me amó y dio su vida por mí.
Gálatas 2:20

La muerte de Cristo no solo es la demostración del amor de Dios (Juan 3:16), sino también la suprema expresión del propio amor de Cristo por todos los que lo reciban ese amor como un tesoro. Los primeros testigos que sufrieron mucho por ser cristianos fueron cautivados por esta razón: Cristo «me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2:20). Tomaron el acto de la propia entrega del sacrificio de Cristo muy personalmente. Dijeron: «Él me amó a mí. Él se dio a sí mismo por mi».

Seguramente éste es el modo en que debemos entender el sufrimiento y la muerte de Cristo. Ambas tienen que ver conmigo. Se tratan del amor de Cristo por mí personalmente. Es mi pecado lo que me separó de Dios, no el pecado en general. Es mi dureza de corazón y entumecimiento espiritual lo que degrada la dignidad de Cristo. Estoy perdido y pereciendo. Cuando se trata de salvación, he perdido todo alegato de justicia. Todo lo que puedo hacer es suplicar misericordia.

Entonces veo a Cristo sufriendo y muriendo. ¿Por quién? Dice que «Cristo amó la iglesia y se entregó por ella» (Efesios 5:25). «Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15:13). «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28).

Y me pregunto: ¿Estoy yo entre los «muchos»? ¿Puedo yo ser uno de sus «amigos»? ¿Puedo yo pertenecer a la «iglesia»? Y oigo la respuesta: «Cree en el Señor Jesús, y serás salvo» (Hechos 16:31). «Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Romanos 10:13). «Todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre» (Hechos 10:43). «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios» (Juan 1:12). «Todo aquel que en él cree no se pierd[e], mas [tiene] vida eterna» (Juan 3:16).
Mi corazón queda persuadido, y abrazo la belleza y la generosidad de Cristo como mi tesoro. Y fluye dentro de mi corazón esta gran realidad: el amor de Cristo por mí. De modo que digo con
Aquellos primeros testigos: «Él me amó y se entregó a sí mismo por mí».

¿Y qué quiero decir? Quiero decir que Él pagó el más alto precio posible por darme el más grande regalo posible. ¿Y qué es eso? Es el regalo por el que oró al fin de su vida: «Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy ellos también estén conmigo, para que vean mi gloria» (Juan 17:34). En su sufrimiento y su muerte «vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y verdad» (Juan 1:14). Hemos visto suficiente para estar-cautivados con su causa. Pero lo mejor está aún por venir. Él murió para asegurarnos esto. Ese es el amor de Cristo.

Fuente: La Pasión de Jesucristo (John Piper)
Encuentra el mensaje Anterior en el siguiente enlace: Para Mostrar la Riqueza del Amor y la Gracia de Dios por los Pecadores

PUBLICADO POR: FRANCISCO PORTILLO
Soy una persona dependiente de la gracia y la fortaleza de Dios desde que reconocí que sin él no soy absolutamente nada, Jesús se ha convertido en mi caminar y en el centro de toda mi existencia, todo se lo debo a él.

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